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La fuente inspiradora de los cuadros chinos – Montaña de Huangshan (China)

SENSACIÓN: De vivir una realidad imaginaria Fecha: Agosto de 2008
 

 

     

 

Cuando selecciono los destinos que me gustaría visitar, me dejo llevar como es natural por las sensaciones que espero encontrar a mi llegada y estas expectativas suelen venir dadas por muchos motivos: informaciones recibidas por múltiples canales, reportajes de televisión que sorprenden, etc. En este caso la fuente son los cuadros chinos que representan la naturaleza de este país en la que, paz, belleza, historia y cultura parecen fundirse en unas montañas en las que predomina un paisaje para nosotros los occidentales un tanto extraño. Los árboles en equilibrio que nacen de entre las piedras, parecen dar la bienvenida a personajes ancestrales que caminan por pasarelas colgantes y senderos excavados en la roca sobre fondos abismales. Todo ello se funde y se representa en un papel de arroz, creándose un entorno irreal.

Así que junto con mis 2 hijos, ya que mi esposa no pudo venir en esa ocasión, nos trasladamos a la montaña sagrada de Huangshan, también conocidad como "Montaña Amarilla", lugar de peregrinación para millones de chinos. Y como unos más de ellos, la recorrimos subiendo y bajando las miles de escaleras que con impresionante dedicación y esfuerzo en su construcción, permitían moverse por las paredes verticales de roca.

El viaje no fue fácil, puesto que el idioma es un problema allí y la comunicación oral era imposible. Gracias a que llevaba la referencia GPS del pueblo situado en su base e iba controlando que nos acercáramos, ya que ni tan siquiera sabíamos si nos habíamos montado en el autobús correcto.

Cuando al final subimos en un moderno teleférico, pudimos contemplar de cerca y en real ese paisaje tan visto en las representaciones como icono de un país. Si a ello le unes, que éramos prácticamente los únicos occidentales en aquel día, las solicitudes que educadamente nos hacían muchos de los millares de chinos que había para retratarse con nosotros, que nos cruzábamos con trabajadores que transportaban en pértigas sobre los hombros, pesados bloques de piedra y otros que sentados en el suelo cincelaban la roca creando muescas para que no se resbalara la gente, las sensaciones fueron de vivir en un mundo muy distinto al que conocíamos, dejándonos una huella imborrable.

Para marcar aún mejor dicha huella, nos confundimos al entender que debíamos bajar andando hasta el pueblo por otro camino, lo que nos llevó varias horas de subir y bajar corriendo miles de escaleras para no perder el autobús de vuelta. Contamos que anduvimos de entre 3 y 5 mil escaleras, lo que nos llevó a un par de días posteriores de auténtico sufrimiento cada vez que nos encontrábamos con un peldaño para continuar nuestro camino.

Este es el comentario que reflejé en mi diario de viajes:

  Por fin nos hemos dirigido al destino en el que yo tenía puesto todo mi interés, "la Montaña Amarilla" en Huangshan. Lugar sagrado y de peregrinación para los chinos y que nosotros identificamos como el clásico paisaje de montaña china, de roca con pinos de ramas horizontales que se sujetan sobre picos como agujas y que sobresalen de una niebla baja. Esa imagen que vemos en los grabados, dibujos y cuadros que tantos pintores han representado, proyectando un paraíso místico y ancestral de China.

Nos hemos integrado "por decir algo" en un grupo que llevaban una gorra amarilla y hemos subido en teleférico hasta el comienzo del recorrido. Había miles de asiáticos y sólo hemos visto a una pareja de occidentales que andaban tan perdidos como nosotros sin poder entenderse con nadie.

La jornada ha sido durísima, más de 6 horas de subir y bajar escaleras admirando el paisaje y controlando como podíamos, el itinerario a seguir. Hasta que nos hemos adelantado al grupo en el que íbamos, porque nuestro ritmo era mas rápido y teníamos una hora establecida de vuelta para coger el autobús de regreso a Hanghzou.

Eso ha sido nuestra perdición, porque hemos andado muchísimo más que los demás. No nos han dicho que podíamos bajar en otro teleférico, y aunque lo hemos identificado en un mapa que habíamos comprado, al dirigirnos hacia la entrada, un guía nos ha indicado otro camino para llegar al destino final al que debíamos ir, por lo que hemos pensado que el teleférico estaba cerrado y que debíamos bajar andando. Hemos adelantado a la poca gente que bajaba, muchos de ellos con calambres en las piernas de tantas escaleras y como decía uno de mis hijos ¡¡¡ para ellos la montaña será sagrada y están dispuestos a sufrir, pero para nosotros no lo es y nos estamos dando una paliza de muerte !!!La verdad es que ha sido durísimo, sobre todo, por la rapidez con la que hemos bajado, ya que cuando preguntábamos a algunos que subían, lo que quedaba para llegar abajo, había contradicciones en el tiempo necesario y nos obligaba a correr para no perder el autobús.

La Montaña Amarilla, me ha parecido espectacular. Un bellísimo paisaje y aunque no hemos tenido muy buen tiempo para admirarlo, si lo ha sido para andar, porque con sol podríamos haber sucumbido en el intento. Mucha gente nos miraba como a bichos raros y hacían comentarios entre ellos, ya que muchos parecían haber venido de pueblos lejanos y no debían estar acostumbrados a ver personas como nosotros y menos en esa montaña. Otros nos sacaban fotos y muchos nos saludaban sonriendo. De hecho, hasta los empleados del hotel en el que hemos estado nos han pedido sacarse una foto con nosotros, a lo que lógicamente hemos accedido.

Otro día de gran experiencia y que sospecho que mis hijos recordarán toda su vida, por varios motivos:

- La dureza de subir y bajar varios miles de escalones, y no es una expresión para decir que eran muchos, sino que realmente calculo que puede que hayamos pasado por entre 3 y 5 mil, lo que dan de sí las más de 6 horas que ha durado la travesía.

- El entorno tan agreste en el que hemos andado por pasos volados sobre precipicios, perfectamente acondicionados para absorber los miles de personas que estábamos y cruzándonos con transportadores que llevaban más de 40 kg de cemento, botellas y utensilios sobre pértigas que les dejaban los hombros en carne viva. Realmente impresionante la dimensión de la obra de varios kilómetros de escaleras y los métodos tan antiguos de fuerza bruta para llevar las cosas de un lugar a otro.

- Considerarnos tan diferentes como para ser el centro de atención de una muchedumbre que nos sonreía como máximo y con quienes era imposible la más mínima forma de comunicación.

Al atardecer hemos vuelto a Hanghzou totalmente derrengados y pienso que vamos a tener agujetas para varios días.

 

 

Tal fue el maravilloso recuerdo que me dejó aquel día, que después de un par de años volví al lugar con mi esposa, porque pensé que ella no se debía perder el maravilloso paisaje y su especial entorno. Pero eso sí, la segunda vez no me confundí y la visita fue más suave aunque no exenta de cierta dureza.

 

 
Imagen lupa Pinchar en la imagen para acceder al reportaje fotográfico de la montaña sagrada de Huangshan
 
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